La deshidratación ocurre cuando usas o pierdes más líquido del que ingieres, y tu cuerpo no tiene suficiente agua y otros fluidos para llevar a cabo sus funciones normales. Si no repones los fluidos que perdiste, te deshidratarás.
¿Qué le ocurre al cuerpo?
Presión arterial alta: En un cuerpo hidratado la sangre es un 92% agua. Cuando llegamos a deshidratarnos la sangre se vuelve más densa, lo que resulta en una mayor resistencia al flujo libre de sangre, con el consecuente aumento de la presión arterial.
Estreñimiento: Cuando el cuerpo se deshidrata, el intestino grueso es una de las principales regiones en las que el cuerpo reabsorbe agua a fin de proporcionar suficientes líquidos para las funciones esenciales. A falta de ingesta de agua, los residuos que se mueven a través de este lo hacen lentamente porque se vuelven más compactos, lo que resulta en estreñimiento de leve a severo.
Daño renal: En un cuerpo deshidratado hay una acumulación de toxinas y residuos que los riñones no pueden eliminar con eficacia.
Bacterias: A la vez se proporciona un ambiente ideal para que prosperen las bacterias, por lo que las infecciones frecuentes de vejiga o vías urinarias son el resultado.
Enfermedades del aparato digestivo: La falta de agua y minerales alcalinos como el magnesio y el calcio puede conducir a muchos trastornos digestivos como la gastritis, las úlceras y el reflujo ácido.
Fatiga: La deshidratación conduce a una actividad enzimática lenta que se traduce en cansancio excesivo y fatiga.
Trastornos de la piel: La piel elimina toxinas del cuerpo. Un cuerpo deshidratado no puede realizar esto de manera eficiente y altera su estructura, lo que nos hace vulnerables a enfermedades como la dermatitis y el envejecimiento prematuro.
Aumento de grasa: Se agota la energía y llegan señales al cerebro que la mayoría de la gente confunde con hambre. Esto nos puede hacer comer en mayor cantidad y más a menudo para restaurar la energía que debemos, cuando lo único que deberíamos hacer ante ello es tomar un vaso de agua.